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martes, 9 de julio de 2019

En la playa


Me dirigí  hacia la orilla para que el suave oleaje acariciara mis piernas. Cuando el agua me llegó a la cintura me paré, no diré que en seco porque eso sería imposible estando en el mar casi desnuda, así que me zambullí a gusto. El agua estaba deliciosa. Salí hacia la arena de la playa. Apenas se podía contemplar su belleza porque ésta estaba tapada por un mar de personas de toda calaña: hombres con aspecto de oso, niños balbucientes, mujeres añejas… Y algunas jovencitas todo piernas, muy monas pero sin terminar de hacer. Y en el punto de mira corpulentos y depilados vigilantes de playa.

Y entonces…

Me puse a pensar el la belleza.


Ah, La belleza ¡Que cuestión más enojosa! ¿Por qué unos sí y otros no? Si la creación entera no es sino un entresijo de palabras ocultas ¿cuál es el mensaje de la belleza? ¿Cuál el símbolo de su pacto? ¿Es sólo vestigio melancólico de una edad de oro o perteneció al reparto universal? En aquel tiempo todo era bello, nada fue hermoso…

¿Acaso una promesa? ¿El anuncio de que en una era venidera la fealdad y la deformidad quedarán proscritas? Una era de armonía y gozo, olvido y reposo, tras tantos siglos de lasitud… o tal vez simplemente una distribución al azar, escapada de la mano divina…

Volví a tumbarme en la arena, y me puse a pensar en Heráclito durante un rato. Mis labios se movieron recitando de memoria:
“La misma cosa es vida y muerte, sueño y vigilia, juventud y vejez: mutuas metamorfosis…”.