Hubo una época en la antigua Grecia en la que un grupo de hombres empezaron a asombrarse de todo aquello que existía a su alrededor. Su capacidad de asombro empezó a considerarse como un gran síntoma de sabiduría. Aquel movimiento de hombres cada vez mayor dejó de creer en los dioses y empezó a creer en en los humanos. Así nació la filosofía...que tiene su apoyatura en nuestra capacidad de asombro, lo que nos elevó a la categoría de animales racionales.
Pero...¿era esto un descubrimiento tan maravilloso?
Los niños nacen con esa capacidad, se asombran de todo lo que ven...Miran a su alrededor con gran curiosidad ¡están descubriendo el mundo! De repente se agitan, mueven las manitas y dicen; "guau,guau". Maravilloso. Acaban de descubrir un perro y se agitan entusiasmados.
Pero con el tiempo ya estamos acostumbrados a toda clase de personas, animales y cosas y nos resulta cansado tanto entusiasmo. Dejamos de asombrarnos...¿Dejamos de asombrarnos? Un verdadero filósofo nunca debe caer en esa trampa...¡¡Hay que asombrarse a ultranza!!
Al menos tratemos de no seguir a la manada...
Porque... ¿Nos echaremos las manos a la cabeza asombrados del Tratado de libre Comercio entre la UE y EE. UU.?