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miércoles, 25 de septiembre de 2013

Bajas pasiones bíblicas…


La niña era bellísima. Contemplarla elevaba el espíritu. Sus ojos resplandecían como dos lunas en cuyo centro se reflejaban dos piedras de ónice, ágatas de color cambiante haciendo un contraste divino con su satinada piel oscura…

Después de enrollar los pergaminos y extender los tapices, era un regalo del cielo verla allí en el centro cuando Yhavé desaparecía dejando un aroma de almizcle. Pues sumergirse en su mirada era como ver a Dios “cara a cara” aquella niña le daba ese privilegio… En aquellos momentos, en los que perdía totalmente la cabeza… Aharón y Mariam solían observarle desde un punto estratégico y secreto.

La fruta prohibida era de descendencia cusita, algo extremadamente condenable por la legislación vigente. Aquella noche, Moisés, oyó como un murmullo; ruidos y pasos que se alejaban. Salió precipitadamente hacia el altar propiciatorio, apartó el velo de púrpura color violeta y carmesí y confirmó su sospecha.

Al amanecer los convocó ante el altar. Su rostro estaba congestionado por la ira, sus ojos ardían de “ira y furor”. El sacerdote que suministraba la justicia lo contemplaba con ojos que denotaban cierta conmiseración. Miraba a Moisés y se apenaba al verlo tan convulso, rojo, congestionado, con su brazos alzados señalando al cielo pidiendo justicia. El sacerdote con voz aguda le incriminó: ¡No¡ ¡Muertos, no¡ Aquí no…

Mariam fue abandonada completamente sola en el desierto. Aharón pidió clemencia doblando la cerviz. Por ser varón fueron más condescendientes. Desde aquel día sus competencias en el Santuario  fueron muy restringidas. Se había acercado demasiado al Señor. Ya no podría entrar al Santísimo sin su túnica de campanillas: “Aharón  se la pondrá para su ministerio, para que se haga oír el sonido de las campanillas cuando entre y salga del Santuario de Yhavé y no muera” (ex:28:35) (Levítico 16:2).

El narrador tuvo que sortear seguramente una fuerte censura, pues…”era Moisés hombre MANSÍSIMO , más que cuantos hubiera sobre el haz de la tierra”. Ante esta ironía cargada de sarcasmo, el hagiógrafo deja por sentado que Moisés era un hombre bueno… manso y humilde, más que el más humilde de los hombres…(Números, capitulo 12)

3 comentarios:

  1. Es impresionante la cantidad de episodios truculentos que tienen los libros sagrados. Para mi que son documentos unos sobre otros, a veces inconexos, historias extrañas con pretensiones de dogmas religiosos, no se. Yo pienso que la Biblia es un libro interesante pero que nadie se pone a leer de principio a fin.

    Saludos, Mar.

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  2. "Pobre" Moises. Estar a la altura de una idea tonta es lo que tiene. ¿Hay pasiones altas y bajas? ¡Qué divertido! ja, ja, ja. Aparentar es algo chungo, y más cuando te pillan con el culo al aire. Más difícil es ver a Dios dentro de una pasión, más allá de convenciones que cambian al son de los tiempos. La religión mal entendida dictaminó que la pasión estaba mal; y como todos las tenían, había que aparentar. Y para defender la apariencia se puede llegar a matar, desterrar, o lo que haga falta. Muy coherente y cabal. Pero no, nunca ha sido la pasión lo que ha estado mal, sino ciertas relaciones que se establecen con ella; exactamente las mismas que se pueden establecer con la religión, que llevan en el primer caso a la "locura" y al sufrimiento y en el segundo al fanatismo y la gilipollez.

    Hay una palabra en japonés: Ittakiri. Significa literalmente "el corte (kiri) que produce algo que se ha dicho (itta)". Esta palabra se utiliza cuando lo que se ha contado es excesivo, de forma que mata toda posibilidad de penetrar en el texto. Se aplica a un texto cerrado, terminado, en el que no existe la sugerencia. Esta palabra no se puede aplicar a ti, no. Para nada. He leído este texto 4 veces. Ja, ja, ja. Si te digo la verdad, raras veces hago una cosa así. Volver sobre un post ajeno 4 veces...

    Besos

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  3. Me atrapa el sesgo de su textos: develar lo oculto en los textos bíblicos, que se toman a pie juntillas por dogmáticos como ejemplares...comportamentales. Saludos, Carlos.

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