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sábado, 27 de agosto de 2016

Parábola


Algunas parábolas han generado expresiones castizas que todo el mundo conoce: "ver la paja en el ojo ajeno", ser un "buen samaritano", "el hijo pródigo" o "la oveja perdida" encontrar un "tesoro escondido", separar "el trigo de la cizaña", etc.

Jesús enseña con sencillez. No expone teorías, sino narraciones de vivo realismo. Son las parábolas. Recurre a la vida cotidiana para anunciar el Reino. Parte  de una imagen de la vida corriente (salió un sembrador a sembrar), de una historia sencilla (un hombre tenía dos hijos) o de la naturaleza (una higuera estéril) que, a menudo, desemboca en una desconcertante conclusión.

La parábola no explica: interroga. No tranquiliza la conciencia; suscita inquietudes. Quien la oye tiene que posicionarse ante lo que expresa, ese mundo al revés del Reino de Dios donde los últimos serán los primeros. Acercarse al Dios manifestado en Jesús, en sus parábolas, implica abandonar la rutina de una lógica demasiado mundana, el orden establecido y las ideas amaestradas sobre Dios. Pues su Reino desborda todos los moldes con una composición que va más allá de lo justo, y con una indignación que parece rebosar la supuesta impasibilidad divina.


Ahora...quizás estemos en una Teocracia y aún no lo sabemos...