.

.

domingo, 14 de julio de 2013

Automática...


Racimos

Flashes ¡leches! La Vía Láctea. Bigas Luna, móviles, pajas al viento. Abril, Dolores. Hemingway, Fiesta, Chivas etiqueta negra. Alborozos, amor, Roma no premia a los traidores. Alabanzas, traiciones ¿tú también, Bruto? Adonáis de poesía. Dalí, ojos, sueños de media noche. Volver a empezar, alba, tristezas, buenos días. Morir en tus brazos. Eternidad. La inmortal...risas...Si te dicen que caí. Golondrinas de ojos verdes. Abre la ventana ¿volverán? Dime que me quieres aunque sea mentira. De cine. Añoranzas. Más allá de la vida, morir quisiera. Todo el tiempo del mundo. Corta es la vida cuando piensa el alma. Casinos, ruletas ¡todo al negro! Hojas verdes, hojas muertas. Levitando, Stendhal "Rojo y Negro" En el cuadrado un punto, redondo. La cuadratura del círculo. Noche, nada, cero.

martes, 9 de julio de 2013

Mi incipiente carrera literaria


En aquellos días yo era bastante joven y bastante ingenua, aunque no carecía de cierta precoz agresividad y de una infundada autoconfianza. Aquella primavera me había pateado toda Barcelona con mi manuscrito bajo el brazo y había visitado todas las editoriales, grandes y pequeñas, con escasos resultados, pues sólo en muy pocas logré que aceptaran revisar mi texto y prometieran darme una contestación a mi solicitud esperanzada de publicarlo.

Pasó el tiempo. Ya empezaba a desesperar, cuando una mañana de martes recibí una llamada de Tusquets. Un editor junior me citó para el lunes siguiente con el fin de conocerme y discutir una fórmula de colaboración. Me anticipó que los tiempos no eran buenos para lanzar a un escritor novel, y me insinuó que todo podría depender de mi disposición a participar en los costes de la edición. Le contesté que aunque mi situación económica no era muy boyante (era pésima, pero eso se lo oculté) estaría encantada  de sufrir la experiencia.

Llegó el lunes y, loca de alegría, me presenté puntualmente. Me recibió un pulcro joven que me hizo sentar y me ofreció un café. Empezó a glosar mi manuscrito, alabando el estilo y el contenido, tan actual que desgranaba las andanzas de una persona analítica y de inteligencia en el convulso devenir de la época. Pero no logro- me espetó- entender qué significado tiene el texto con el título: "Yo te vendo mi espacio", nada dice del contenido, ni tiene relación alguna con el libro.

Emplazada a explicarme, le contesté que bien podría deberse a la tendencia, pretendidamente culta, de poner títulos absurdos a los libros, como ya hicieron otros, como por ejemplo John Steinbeck, que se sirvió de una estrofa del Himno de batalla de la República para dar título a sus "Uvas de la ira". Pero lo cierto, le dije, es que responde a un estúpido pie forzado que se exigió en un ejercicio a todos los miembros de un distinguido Club de Lectura.

Ahora, con la perspectiva del tiempo transcurrido, puedo ver las cosas con más claridad y he caído en la cuenta de que en ese preciso momento, y en un instante de desgraciada sinceridad conmigo misma, conseguí poner fin a mi incipiente carrera literaria.





lunes, 1 de julio de 2013

El asombro...


Del asombro sale el pensamiento.
Frase atribuida a Platón.

Dedico este post a Humberto Dib, con toda mi admiración y asombro, por esos casi cuatrocientos comentarios en cada una de sus entradas.

Un beso enorme, querido escritor.