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miércoles, 29 de mayo de 2013

Ciencia ¡Oh, la ciencia!


Hay en el mundo una especie de hombres denominados científicos y que se ocupan de las cuestiones relacionadas con ese denominador común llamado progreso. Se supone que son personas equilibradas y que se ocupan y preocupan por descubrir la evolución de las especies. Supongo yo que en algún apartado de su código deontológico estarán estipulados los límites. Pero lo cierto es que dan síntomas de que , tal vez, les afecte ese estar encerrados tantas horas  entre esas cuatro paredes de laboratorios...Ahora dicen que es posible crear vida (reproducirse) entre dos individuos  del mismo género sexual. Dos hembras de ratones acaban de dar un ratoncito...¡no han necesitado un macho! Porque para machos ya están ellos ahí. ¡Pero qué está pasando aquí!...Manipulan, embarazan, asisten al parto y, por supuesto, les dan su apellido. Y total, para volver al principio; a la primera casilla del tablero.

Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. Era un viejo estribillo de zarzuela u opereta, no sé...Ahora que tanto se reivindica que hay que apoyar a esos cerebros para la ciencia, de la cultura, la enseñanza y todo eso ¿por qué malgastar el tiempo y el dinero en esas tonterías? ¿No sería mucho mejor procurar que NO naciera tanta gente rara y que no malgastaran el tiempo y su sapiencia en jueguecitos?


jueves, 23 de mayo de 2013

Conexiones


A veces se establecen conexiones inesperadas entre lo más bajo y lo más elevado. En una ocasión, un poeta místico se conmovió hasta el éxtasis al oír el sonido rítmico de un martillo usado por un herrero. Hay quien sabe sentir en los ritmos de la vida diaria algo más que aquello que se ve. Por eso la medicina occidental se centra en lo visible del cuerpo mientras la oriental lo usa para escrutar todo el halo vital de ese mismo cuerpo.

Menchu Gutiérrez

sábado, 18 de mayo de 2013

¿Siempre soy yo?


Transformista: actor o payaso que hace mutaciones rapidísimas en sus trajes y en los tipos que representa.

Según Unamuno, yo soy todos los "yo" que conviven en mi:
El "yo" que yo creo ser.
El "yo" que lo demás creen que soy.
El "yo" que en realidad soy.


martes, 14 de mayo de 2013

Las 4 C


Para determinar el valor y la calidad de un diamante se juzgan cuatro parámetros distintos que se combinan de diversas formas hasta alcanzar su valor final. Se denomina "las 4 C". Se trata del peso en quilates, de la pureza, del color y de la talla.

Como sucede con todas las piedras preciosas, el peso de un diamante se expresa en quilates. La palabra quilate tiene su origen en una medida de la naturaleza, las semillas del algarrobo. El peso de los diamantes se determinaba tradicionalmente por medio de estas semillas; posteriormente el sistema se estandarizó y se fijó: un quilate equivale a 0,2 gramos (la quinta parte de un gramo). Un quilate se divide en 100 "puntos", por lo que un diamante de 25 puntos se describe como un cuarto de quilate o 0,25 quilates.

Casi todos los diamantes contienen unos vestigios diminutos de carbono no cristalizado o pequeños cristales que no son diamantes. La mayoría no son perceptibles a simple vista y sólo se observan si se utilizan métodos de aumento. Estas impurezas se denominan inclusiones. Sin embargo, cuantas menos tengan más excepcional será la piedra y mayor su pureza.