El San Sebastíán que más me gusta a mi es el de Botticelli, sí, sí, más que el de Mantegna, Perugino, Zurbarán, el Greco...
Quizás sea porque el de Botticelli muestra más el dolor sin necesidad de mostrarlo...esas manos que no forcejean con las cuerdas que le sujetan al árbol tras la espalda. Ya sé que en ese árbol no hay cuerdas. Quizás quiso el pintor sugerir que no hacen falta; que basta con la voluntad del asaetado. Y por eso ese rostro sereno, casi irreal...como si no temiese a la muerte. Quizás porque tenía alma de soldado...
Y ante ese sufrimiento que precede a la muerte y que ya la veía ante sus ojos...resulta que ese no fue su final. Resulta que no murió (según se comenta entre bastidores), resulta que cuando los arqueros ya le dieron por muerto, un amigo, uno que antes le había negado, como San Pedro negó al Mesias, lo desató del árbol, se lo llevó... y lo salvó.
Y...
sigo contemplando el cuadro...y de pronto me fijo en esa flecha que tiene clavada en el muslo...quizás eso sea un dolor que le atará para siempre...y entonces yo me quedo pensando, expectante ¿Hasta dónde le herirá esa flecha?
Bienvenido, Señor Presidente.
Y está bien que vuelva la mirada apartándola de esos focos...
Porque ahora hay que pasar página; porque ahora ya estamos en otra pantalla...